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El mallorquín que vive en la casa sostenible perfecta

Publicado por admin on 31 de agosto de 2022
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Joan Martí Morro, junto con otros cuatro estudiantes de la Escuela de Arquitectura del Vallès (ETSAV) de la UPC, habitan un prototipo de vivienda con bajo impacto ambiental para analizar sus pros y contras.

Subir o bajar la temperatura no es cuestión de pulsar un botón, y ducharse no consiste simplemente en abrir el grifo y esperar que salga el agua. Son las peculiaridades de la casa ‘TO’, un prototipo de vivienda sosteniblemente perfecta en la que ha vivido durante seis meses el mallorquín Joan Martí Morro Capllonch (Pollença, 1996), junto con otros cuatro estudiantes del máster de la Escola Tècnica Superior d’Arquitectura del Vallès (ETSAV), Gonzalo Macías, Pau Gasa, Adriana Núñez y Pablo Orduna. Durante su estancia, que se inició en febrero y finalizó a finales de julio, el principal reto ha sido adaptarse a las particularidades de un nuevo hogar que minimiza su impacto sobre el medio ambiente y reduce el consumo energético aprovechando los recursos del entorno y fomentando el reciclaje. «En una casa donde no está todo automatizado tienes que entender cómo funciona», explica el pollenci.

El proyecto plantea un cambio ecosistémico, es decir, propone un espacio-vivienda que se estructura alrededor de nuevos criterios de uso y consumo, nuevos hábitos y otras formas de interrelacionarse y habitar el espacio. «Es una casa que requiere de muchos trucos, allí sus habitantes hemos pasado a ser las máquinas», reconoce Morro. La vivienda, diseñada por las estudiantes Júlia Dubois y Clara Alsedà, se instaló con una orientación específica para aprovechar los sistemas de climatización pasivos. En invierno la distribución interior y unas cortinas hechas con edredones les servían para bloquear el frío. En verano, abrir la estructura exterior les permitió tener ventilación cruzada y refrescar la casa.

El interior guarda todavía muchas más curiosidades: está diseñado con piezas móviles y un mobiliario con ruedas -incluso la bañera- para que los habitantes puedan distribuirlo según las necesidades. Además, dispone de placas solares, pero no de acumuladores, de manera que se tendrán que aprovechar las horas de sol para llevar a cabo todas aquellas actividades que requieran electricidad. Tampoco hay nevera, los alimentos se conservan en una ‘fresquera’. «Muy parecida a las que había antes en las possesions mallorquinas», apunta.

En tiempos de crisis climática como los que corren, una de las medidas clave será la gestión de la temperatura. Vivir sin calefacción en invierno y sin aire acondicionado en verano. «Fuimos entrando de manera escalonada para ver cómo nos adaptábamos a las diferentes aportaciones de energía. En febrero, cuando más frío hace, solo vivía una persona y, en julio, éramos cinco. Hacerlo así ha ayudado a buscar fórmulas para readaptarnos a las condiciones para conseguir el confort térmico. Por ejemplo, nos dimos cuenta que mantener la casa cerrada los días de calor era mejor para la temperatura. Esto demuestra que se puede vivir sin aire acondicionado y estar fresquito», asegura.

Otro de los mecanismos a los que tuvieron que acostumbrarse fue al consumo hídrico. Morro cuenta que para ducharse tenían que llenar un cubo con agua del único grifo que había en la casa para luego bombearlo mecánicamente con un pedal. «Es una manera de ser consciente del agua que estás gastando, ver cuánto consumes te ayuda a intentar gastar menos. Podría ser una casa educativa, solo con vivir allí dos semanas te das cuenta de la energía que gastas y del trabajo que hacen las máquinas por ti», explica el mallorquín.

Aunque asegura haber vivido una buena experiencia, Morro admite que algunas de las aplicaciones serian complicadas de llevar a cabo a diario en una casa tradicional. «Aquí el usuario es el motor, y esto implica dedicarle más tiempo a la tarea. Al principio te sorprendes con el funcionamiento, pero poco a poco te vas acostumbrando a hacer las cosas y que no te las haga una máquina. Se podría vivir perfectamente en una casa así», corrobora Morro. «Tenemos que estudiar cuánto tiempo cuesta que lo haga una máquina y cuánto tiempo cuesta que lo haga una persona y ver si compensa», añade.

Información de Ultima Hora.com

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